Última entrada del taller de literatura por parón vacacional.
Esta escena obligaba a que aparecieran las palabras circo y beso. Además proponía el reto de escribir sin adjetivos calificativos, reto aceptado... Aunque finalmente he decidido adaptarlo para embellecer el texto incluyéndolos.
¡Feliz lectura!
Esta escena obligaba a que aparecieran las palabras circo y beso. Además proponía el reto de escribir sin adjetivos calificativos, reto aceptado... Aunque finalmente he decidido adaptarlo para embellecer el texto incluyéndolos.
¡Feliz lectura!
Simplemente Ella:
La amaba
tanto que tuve que marcharme para comprenderlo.
El día que
cogí el avión para embarcarme en mi aventura, no era del todo consciente de
cuánto iba a añorarla, a ella y a sus costumbres, aunque algunas las
mantuviera.
Han pasado
los años y sigo buscando su olor, su sonido. Sigo sorprendiéndome a menudo
pensando en ella, en su ritmo, mi ritmo, el que llevábamos cuando estábamos
juntos.
En la
distancia, todavía la siento bullendo como parte de mí.
He caminado
por las calles de mi hogar mientras la busco entre las gentes, en los
autobuses, en el metro, en las tiendas y en los bares. Nunca la encuentro
porque, aunque yo me haya trasladado, aunque haya evolucionado, ella no lo
hará. Permanecerá en el mismo lugar de siempre, esperándome a mí, y a cualquier
otro, con los brazos abiertos de par en par.
Mis
costumbres, las nuestras, me han acompañado en cada paso. He buscado sus
atardeceres, sus parques y praderas por donde he caminado, pero he fracasado en
el intento.
Durante las
noches nada cambia. Diferentes
costumbres. Diferentes personas viviendo su propio circo y yo sólo consigo
recordar el mío, el que montaba bajo su atenta mirada desde Alcalá a Cibeles,
de Moncloa hasta Gran Vía. El que llenábamos con las risas de nuestros amigos
mientras nosotros sonreíamos también.
El cielo
que me alumbra esta noche es el mismo que lo ha hecho durante los últimos años,
pero no brilla de la misma forma que lo hacía cuando estaba con ella. Ella lo
hacía diferente, no he hallado atardecer que pueda comparar con los contemplados
en el Templo de Debod.
La he
sentido admirarme aunque no tanto como yo a ella.
Todo fue
tan precipitado que apenas tuvimos tiempo para despedirnos, quise llevarla
conmigo, pero no tenía espacio en la maleta.
La recuerdo
siempre con una sonrisa. Para mí fue la mejor y, aun así, necesitaba saber si
era desconocimiento sobre las demás lo que la hacía ser lo que era o si
realmente era la mejor; me marché para ver mundo.
No diré que
fuera un error, toda acción provoca una reacción y mi viaje sólo concluyó lo
que yo ya sospechaba.
Muchos
creen que un hogar es sólo lo que el hombre construye o transforma,
embelleciendo o amoldándolo a sus necesidades.
Otros creen
que un hogar son las personas que lo habitan.
Yo sé que ella es mi hogar,
podemos separarnos durante días, tal vez años, pero sé que ella seguirá
esperando mi regreso igual que lo espero yo.
Antes de
marcharme sabía que ella estaba en mí y en cuántos me rodeaban. Sabía que era
completamente imposible atraparla o describirla.
Ya con
anterioridad poetas, cantantes y escritores lo han intentado con mayor o menor
éxito. Incluso algunos pintores han tratado capturar su esencia, pero ella
sigue allí, enamorando a quienes la visitan.
Mañana
cogeré un avión que me llevará con ella. Sé que no me ha echado de menos, sé
que ha estado entretenida viendo el ir y venir de los transeúntes que pisan sus
calles, que admiran sus edificios y se divierten en sus parques. Sé que, igual
que fue testigo de mi primer beso, lo está siendo de tantos otros.
Así es ella,
guarda la calma y el bullicio en sus calles, las promesas de amor y las
celebraciones de los aficionados a cualquier deporte. Es cómplice de las risas
de jóvenes y adultos.
Con todo dicho,
soy consciente de que esto es sólo una pincelada de lo que Madrid, mi Madrid y
la de cuántos la visiten, es:
Para unos,
la que construyeron los hombres, para otros las personas que la habitan.
¿Para mí? Para mí, mi amor.